viernes, 4 de enero de 2013

7 Días En La Habana - Arteplex


Es mitad de semana, la noche está avanzada, y el cine está en pleno centro. El plan es irresistible. Hay algo de siniestro en las cuadras linderas al obelisco, algo en el murmullo de las luces que se encienden y vibran cuando el sol se esconde mientras los hombres grises vuelven a sus casas donde los esperan las mujeres grises con la cena servida, algo en las zancadas de los transeúntes atiborrados en las filas de los teatros vetustos del centro, algo en las cúpulas de esos edificios fastuosos donde vuelan bajo los murciélagos citadinos. Ahí estoy yo, testigo privilegiada, viéndolo todo en un segundo, mientras camino a paso apurado hasta llegar al Arteplex.


7 Días en La Habana, pero no conozco siquiera el argumento. No tengo alternativa más que entregarme a la pantalla gigante y abrir grandes los ojos para no dejar escapar ningún detalle.

La peli tiene el ritmo de una navegación marina, un vaivén agradable, llevadero. Son 7 historias a cargo de 7 directores consagrados donde el punto común es la locación cubana. Cada una representa un día de la semana, y muestra a personajes cotidianos atravesando momentos de su vida diaria, o bien sucesos insólitos.

Lo que se deja traslucir así es la cultura de La Habana, esa conjunción extraña que la hace única y compleja. Es un paseo por el corazón de la ciudad, una descripción en movimiento de las mutaciones que fueron sobreviniendo, es la historia de la vida de ese pueblo, son sus tradiciones, sus costumbres y sus sueños, sus aspiraciones más oscuras, sus logros diarios, sus duelos.  

Podría resumir el film sosteniendo que se trata de un recorrido semanal por los dolores y preocupaciones que han aquejado a los cubanos desde siempre, y por la medicina musical que han encontrado para naturalizarlos. Si el todo es más que la suma de las partes, me atrevo a decir que 7 Días en La Habana es testimonio de ello.

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