miércoles, 2 de enero de 2013

Santiago Motorizado – La Playita



Para Claurock, mi mentor predilecto

Supongo que va ser excesivamente temprano, pero prefiero la cautela a perderme el show otra vez. Estoy en viaje, la tecnología me juega una mala pasada y me veo obligada a llegar hasta La Playita por intuición. Voy caminando con la oreja bien cerquita de las puertas de las casas que descansan mansas en el barrio porteño de La Chacarita. Sucede lo peor, mi pesadilla se hace realidad y del 722 se escapan sonidos, algo que suena tan parecido a la música del Chango que la piel se me eriza.

Espero ansiosa que termine la canción y toco timbre. Como un canto de gloria el chico que me abre la puerta me aclara que estaban sencillamente probando sonido. Presa de la alegría, me dejo caer rendida en uno de los sillones que miran al escenario, iluminado por varias vueltas de lucecitas navideñas de las que cuelgan unos renos pequeñitos, blancos y dorados, junto a unas florcitas verdes y coloradas.

De este otro lado del escenario todo es ecléctico y austero, hecho a pulmón. Me provoca simpatía una heladera antigua atrás de la barra y un mueble simil mesita de luz que sirve de apoyo al parlante.

Santiago Motorizado arranca con su viola, roja como el corazón que abre y entrega, jurándonos querer ser un buen pastor. Se suman la batería y los teclados para imprimirle un tinte más rockero al último sábado del año.

Quiero despertarme y ver el amanecer, ese grito desgarrador de soledad nos deja a todos reflexionando, reviviendo los peores desamores. Pero el humor de Santiago nos arranca de esas imágenes paganas de amores lejanos y crueles “esta noche vamos a decir nena muchas veces”. Y no miente cuando lo dice, y ríe con esa sonrisa hermosa y diáfana.

Llega el turno de la canción que estaba secretamente esperando, y el Chango se confiesa gomoso, pero no sabe que es de esos que nos ablandan el corazón y nos lo nutren y colman. Un tema de Antolín para hacer del recital algo más salvaje, y uno de La Embajada Boliviana para hacernos viajar.
Tanto amor hace que se sienta el calor de verano en La Playita y yo toco el cielo con las manos cuando el bis trae Chica De Oro. Se vive un clima amigable y festivo, estamos unos pegados a los otros, cantando bajito y disfrutando interiormente del show.

El Chango avisa que se va con antelación, para que podamos ir cortando el hilo de amor que se extiende entre su música y nosotros. Haberlo visto fue adelantar unos días el brindis y el deseo de paz y de amor.

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