Le
digo al calor bochornoso que aunque me quiera persuadir de lo contrario, yo amo
a Buenos Aires y al bajo, y le susurro al asfalto, que es bruma y smog, “un viernes de Diciembre salgo a disfrutarte”.
Y hecha la promesa, no queda alternativa. Derritiéndome en el asiento, hasta
Suipacha al 300. La fila se extiende sobre la calle, la temperatura no baja de
los 30° aunque la oscuridad de la medianoche luche por borrar los rastros ardientes
del rey sol. Me distraigo en las columnas que sostienen el edificio, en las escaleras.
Una reina del otro lado me recibe de la mejor manera, la dulzura se esconde debajo
de rulos castaños.
Unos
covers para despuntar la noche, hasta que se anuncia al músico platense que
cambió las diagonales por la ciudad de la furia. De punta en blanco, la pequeña
orquesta que acompaña a Pángaro esta noche toma posición en el escenario, y acompañado
por sus bellísimas coristas se acomoda en el centro de la escena.
Una
postal, una foto que cobra vida. Eso parece Baccarat esta noche. Cada canción
va dándole sustancia a la imagen, y “Silencio” es la primera retro de la lista.
El dandy de Constitución sabe llevar la velada, y acompañarse de músicos que no
escatiman en talento. El sonido no acompaña, pero la diversión está siempre
asegurada mientras el whisky discurra en el vaso del anfitrión. “Torero” y su
coreo, “Estatua de Nylon” y el final a todo trapo con “Lluvia dorada”. Una vez
más, corazón contento cuando baila al ritmo de Baccarat.
Algo
diametralmente opuesto: llega el turno de Los Peyotes, y el show gira unos
180°. Parados frente al escenario, los cuerpos sudan y se mueven, vibran al
ritmo del garage rock sixtie que disparan estos cavernícolas totalmente
entregados. Me gusta el salvajismo que proponen, la intensidad total de esos
acordes crudos. La vieja escuela,
ahora que los veo en vivo entiendo de qué hablan los que saben cuando usan el
término. Sí, estoy en trance yo también, la versión garagera de mí misma que no
conocía. Hay bandas que se entienden mejor cuando se las ve en vivo. Y así, con
la ciudad prendida fuego y la intensidad del a go go, Los Peyotes volaron pelucas. Si alguna ve la mía, por
favor, que la devuelva.
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