De pura positiva me atrevo a pensar que
también hay algo bueno en la impuntualidad, y de lo tarde que es, el muchacho
de la puerta resopla y me dice “flaca, silenciá el celular y pasá” y yo siento
que mi espectro se adelantó y está viajando en las melodías de ese otoño
presagioso que me aleja del abismo en el que vuelo, y mi billetera, flaca,
respira tranquila.
Adentro me espera el mejor sillón y, para
sorpresa mía me reciben el origen y el deseo. Desde el viejo continente Xoel Lopez
y desde el Río de La Plata Gonzalo bajo su alias de superhéroe de criolla y
voz potente.
Me cuesta precisar si es la magia de las
cuerdas duplicadas en esas dos guitarras de madera que crujen con toda su
esencia o si es el residuo de hipersensibilidad que me dejó el documental de
ese gigante de corazón entregado y sus diablos, pero sea cual fuere la razón,
la cuestión es que la música me esta atravesando de punta a punta.
Lo he visto a Franny en oportunidades
anteriores, en otros escenarios y también en este, pero esta noche las notas me
llegan de una forma nueva. Una tercera alternativa se asoma, quizás sea la
conjunción de factores que se da en esa singularidad que hace que el vivo sea
siempre único e irrepetible.
-Vas a ver a Franny de nuevo? Me preguntan.
Yo contesto que no, para nada. Voy a verlo por primera vez, como cada vez que lo
veo.
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