Me sorprende gratamente la multiplicidad de ventiladores colgando por las
paredes, me gusta el piso bicolor, me divierten las escaleras que conducen a lo
que imaginamos será un camarín (una recámara chiquitita, pero no una re-cámara
chiquitita. Pero cómo será un re-camarín? Suena a contradicción). Feria de
libros, comics, algunos discos de edición independiente, remeras caseras para
llevarse a casa. Me gusta el aire indie que lo invade todo y ese ambiente
familiar y de fiesta, de delirantes que transformaron en real el entusiasmo por
el under, por vez nro. 16.
Y así, asomándome a esto por vez primera, en el medio de mi descubrimiento
llega el turno de CARMEN SANDIEGO, la banda uruguaya que cruzó el charco para
venirse a tocar acá. Y mi vida seguirá siendo la misma después de verlos, pero le
agregaron magia a mi noche. Los charrúas la saben agitar, el orden en su lista
de temas tiene una coherencia que refleja su estilo. Bajan y suben, las cuerdas
explotan, la batería vibra. Buenas voces, buenos coros. Me hicieron saltar,
abrieron mis venas un poquito, mi sangre rioplatense hirviendo apenas. OK, voy
a confesarlo: con Piba Chorra me canté todo!
Recupero el aliento, pero sólo por un momento. Mi corazón se agita, mi
pulso se acelera y mi alma está por salirse del cuerpo. VALENTIN Y LOS VOLCANES
en el escenario. Arrancan enrocados, presentando una canción de Jo que suena
deliciosa, son 4 minutos de puro amor antes de volver a los lugares de siempre.
Qué puedo decir de estos hermosos valentinos que no se haya dicho ya, pero
lo que despiertan acá abajo, de eso sí. Este grupo de homeless en el que
enseguida nos transformamos cuando coreamos con la garganta de fuego esos
estribillos agridulces, bailando en círculos infinitos tomados de la mano para
no caer, pero sí flotar. Aspirando gota a gota las notas de ese cover de Daniel
Johnston que se fuga enseguida, y así es como se da esa magia volcánica que nos
transforma en pequeños napoleones buscando conquistar el día más feliz.
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