Es Noviembre, pero el calor en Buenos Aires
está marcando un nuevo récord. Me cuesta acostumbrarme a la impuntualidad del
rock, pero llego lo suficientemente temprano como para formar parte del
microcosmos. Estamos en familia, puedo sentirlo. Lo veo en la charla relajada,
en la cerveza de litro compartida que apenas pasa por el vaso porque todos allí
necesitamos escaparle a los 30°C.
Justo cuando el calor empieza a confundirme, el
acorde mágico del Accidente de Las Ligas Menores que está sonando como parte de
la música funcional que nos prepara para lo que se viene se ve interrumpido por
la guitarra, por mi desconocida, de Diego Martez, y me pregunto: a ver qué tal
el indie esta vez… Y lo resumo así: se trata de la expansión del escenario, de
la conquista del público nuevo, ajeno y de una voz criolla, campera que invita
en un momento a una voz muy dulce y armoniosa a unirse, y viajamos cruzando la
General Paz.
Ahora sí: el escenario se atiborra de esas
guitarritas chiquititas, de pies descalzos y de ella, su belleza y su look tan
pin-up!
Completamente unplugged, esta maravillosa
Familia cautiva desde la selección cautelosa de un reportorio de éxitos de los
50´s y 60´s. Imposible no sonreír mientras los vemos reacomodándose en el
escenario, moviendo los pies al ritmo de las ingeniosas ocurrencias sonoras de
Capdeville.
El cuerpo se separa de la mente, porque ella se
fue viajando a la década del swing y está bailándose todo! Cerrar los ojos y
sentirse flotar, eso es La familia de Ukeleles hoy. Ya no nos importa el calor,
lo único que queremos es bailar suavecito al son.
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