Concluyó el 6° Filba Internacional en Buenos
Aires. Así y todo, esa idea de fin quizás sea injusta. Pasó de largo, pasó de todo,
pero algo queda. Y de ese cúmulo de propuestas que pasaron pero perduran, elijo
ésta:
Performance. UN BARCO TRAYÉNDOME.CONVERSACIÓN CON PIZARNIK
SECCIÓN: TINTA ACTIVA
23.30 - LA OREJA NEGRA
PARTICIPAN: CASAGRANDE, FERNANDO
NOY, BERNARDO ZABALAGA
Si bien es cierto que tanto en la
obra como en la vida de Alejandra Pizarnik, el prisma de lo trágico es clave
para leer y comprender sus obsesiones y búsquedas, también lo son el humor, lo
lúdico, el universo infantil, la pasión por las posibilidades del lenguaje y la
irreverencia crítica. Un día después del aniversario de su muerte, con la
colaboración del poeta Fernando Noy, el colectivo poético chileno Casagrande
busca conversar con el espíritu de la gran escritora argentina.
(Cupo: 60 personas).
De todo, de todo menos una constelación. Me
imaginé un grupo de teatro, me imaginé una performance
vanguardista, me imaginé algo circense, quizás hasta me imaginé a todos los fantasmas
de Alejandra haciendo telas. Niñas de seda que viven en el Árbol de Diana
formando una fila al borde del escenario; espejos rotos hablándole a un
micrófono, multiplicando la noche pálida; flores pequeñas danzando como
palabras; bosques recreados con las hojas arrancadas de sus mejores poemarios.
Me imaginé de todo, de todo menos una constelación. Sí, estuve perezosa para
descifrar la trayectoria del colectivo Casagrande. Y quizás esta vez, por
única, haya estado bien la flojera de voluntad. Un círculo. Casagrande adentro.
El médium. Sentados formando otro círculo que lo cubre, como si lo protegiera, que
lo encierra y se conecta. Respiramos hasta flotar. Nos perdemos en pensamientos
que se van deshilachando hasta deshacerse por completo. Nos deshacemos en respiraciones
rítmicas que nos despegan de ese saco de huesos y carne y cartílagos
maltrechos. Los velos se van descorriendo. Se inicia la ceremonia. Entre irreal e inverosímil, somos guiados. El
corazón bombea como en cámara lenta. Las palpitaciones se calibran. Que lluevan
las preguntas, que lloren los espacios que quedan siempre entre una palabra y
otra, entre cada letra. Esos agujeros que son el decir, el nombrar lo que no
tiene nombre, lo que está ausente o lo que fue siempre ausencia y aunque no estuvo vuelve para respondernos lo
que queramos, porque sabe que la respuesta no existe, pero sí las palabras que
aunque mentira siempre nos calman. Todo es profunda paz. Sólo que, no quiero
esconderme: me quiebra el espíritu el encuentro con su fragilidad en la escena.
Me conmueve, me conmociona, me emociona también en ese agujero que es el surco
que dejó el barco que partió llevándola.
Fernando Noy. Buscar palabras que hagan
justicia al intentar explicar lo que es Alejandra en la voz de Fernando. Lo que
son sus dedos acariciando las hojas, la suavidad con que las pasa como si esa
fuera una caricia en la mejilla de la niña Alejandra, la seriedad con la que
elije cada texto, como si en esa decisión se jugara el reinado de la princesa
Pizarnik. Su frescura, como un aire que agita las pesadas hojas de los árboles
que habitan los bosques densos de donde cuelgan los libros de la poeta maldita,
la poeta eterna, la poeta. La. De todo, de todo menos una constelación. Eso es
la poesía de Alejandra Pizarnik, algo más allá de los límites de la
imaginación, de las posibilidades, algo más allá, donde pocos se atreven a ir,
a volver para contarlo, y a quedarse. Aunque alguien diga que la imaginación no
tiene límites, pues tampoco las imposibilidades.
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