Es viernes son cerca de las 3am y antes de dar
la noche por perdida encaramos para el ZAS porque quizás la Bestia todavía no
tocó y llegamos justo. La suerte de nuestro lado, la banda de Tom del otro, amagan
el arranque y finalmente con “Estamos bien” disparan el primero. El precalentamiento
sigue con “Omar”, “El urugayo” y de a poco arranca el partido. La sencillez de
siempre y esos hits de menos de tres minutos son la fórmula para el triunfo.
Entrados en calor, en confianza. Se desdibuja
la distancia, nacen los cantos de cancha que son marca registrada del vivo y
los pibes sonríen solapadamente mientras tocan “Wagen del pueblo”, “Patrullas
del terror” o mi hit preferido, “Muero por ser el nuevo héroe de esos idiotas”.
La clave es que siempre se trate de juntarte a tocar con amigos. La clave es
que los que te vengan a ver lo entiendan así y la agiten en la misma
sintonía.
Cantarle a la camiseta, al amor, a los amigos. Pero
no hacerlo demasiado en serio para no confundir el talento con demagogia. Tocar
porque sí, porque les cabe. Y que del otro lado coreen porque sí, porque
también les cabe. Que salten, que la bardeen un poco. Que sea real, cotidiano,
sin disfraces ni poses ni máscaras o pretensiones. Que sea simple y que esté
así de bueno. Como estar un viernes a las 3 de la mañana vagando con amigos en
el ZAS, por ejemplo.
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