Los pibes de las figuritas están agitando entre
el público, me imagino una foto con todos ellos arriba del escenario, una foto
en un recital que se parezca a una foto en una cancha. No sólo la tapa del
disco es futbolera, el show también lo es. Hay trapos colgados por las paredes,
una pelota, desinflada, pero de fútbol, un trofeo, cantos de cancha, mucha
gente muy transpirada. Hay ánimos de barra, agite contra los ratis, ritos
futboleros en todas direcciones. Falta la pizza sin muzza y estamos hechos,
porque birra sobra por todos lados, afuera y adentro de estos hinchas de la
canción hitera.
Algo muy parecido al entretiempo rompe con la
mística: los cortan, prenden las luces, un referí del Matienzo intenta detener
el juego. En vano, completamente en vano, esta avalancha está prendida fuego. Tribuna
de amigos que vinieron a alentar, la Bestia Bebé es pasión de multitudes. El
recinto-estadio está a punto de colapsar, pero estos fanáticos de las guitarras
arpegiadas no piensan aflojar. Imposible hacerlo si suena “Wagen del pueblo”, “Luchador
de Boedo”, “El Uruguayo” o “Patrullas del terror”.
El campo de juego no termina en el escenario,
algunos jugadores lo cruzan y se suben a cantar. Reno se suma para “Muero por ser el nuevo héroe de esos idiotas”, y
la gente en las gradas pasa del pogo al mosh con una violencia de amor que
contagia. Virus esparcido, nadie está a salvo en este amistoso. Una
despedida punk-rock que deja a todos colgados de los tablones, con el pecho
abierto al medio y la cabeza estallada, versión bestial de “Y aún yo te
recuerdo” y “No tengo nada”.
Intenso y caluroso como una final mundial, el
recital presentación del disco fue arrasador. No quedan dudas, Bestia Bebé es
un equipo ganador. Valió la pena el precalentamiento, de tanto salto vibró la
cancha, de la PB hasta el SS.
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