miércoles, 17 de julio de 2013

Contrabajos contraatacan – Orquesta Filarmónica de Buenos Aires en La Usina


Sabida es ya mi dificultad para interpretar la GuíaT en los planos que visito casi nunca. Peripecias hasta por fin dar con la combinación Línea B + 152, “pero el que va enfrente, ese, el que está pasando justo ahí”, amable el chofer señala antes de arrancar. Y de la seguridad de llegar con tiempo suficiente para recorrer la expo de Van Gogh a que el tiempo alcance apenas para una foto cayendo del edificio y las peores ubicaciones en el Auditorio de La Usina del Arte.

Cruzo las puertas y ahí está sonando, como un pequeño batallón super entrenado, la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Mientras los miro tocando sus relucientes instrumentos, los pienso como piezas de ajedrez. Cada uno acomodado en su casillero, con pleno conocimiento de los movimientos que le estarán habilitados, conciencia plena de lo que se espera que cada quien dé. La fragilidad del ensamble entre sus jugadas individuales para alcanzar el resultado final. Esa fragilidad es la que emociona, y la potencia del sonido es la que eriza la piel.

Fibras nuevas que vibran cuando los contrabajos atacan, los ojos tratando de distinguir las infinitas cuerdas del arpa. Me deja helada la pregunta absurda, ¿y si uno se equivocara?, la duda se aleja cuando llega la Marcha Nupcial, esa que en estas circunstancias oficia de “una que sepamos todos”. Una sucesión de imágenes se va acumulando en las butacas contiguas, hormigas de frac, desiertos y noches. Claro, también llegan Mickey Mouse, Daisy y Pluto en su versión old school. De este torbellino de vibraciones refinadas al Kentucky en Corrientes por una que chorrea muzza por todos los costados. La versatilidad del sábado, amén. 

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