Hay
semanas en las que los días me pasan como aplanadoras, me aplastan, me dejan el
cuerpo pegado al asfalto, derretido y deformado. Y tengo que encontrar el
tiempo y las ganas para ir a juntarlo, rearmarlo y darle respiración boca a
boca hasta que por fin tose y todo vuelve a su lugar. Esas semanas, todo el
tiempo es domingo a la noche y estoy entre la depresión y la sorpresa: las
agujas se llevaron noches enteras y no me dejaron nada a cambio.
Esta
que está pasando se lleva el 5° Filba Internacinal, y yo estática como si nada
pudiera tocarme. Por suerte, Ro me increpa y vamos a Eterna Cadencia, donde
prometen poesía + música, a ver de qué va. Me paso apenas, no me
queda otra que caminar. Unas cuadras y por fin repto abajo cable a tierra, y
respiro la ciudad que está serena, aunque sea el último viernes de septiembre
en pleno prime time y la temperatura
por fin responda a la estación. Mi Buenos Aires querido, claro que sí.
Eterna Cadencia está candente, no entra ni un alfiler y los aplausos
rugen furiosos. La paciencia es, como siempre, la clave del éxito. Dedico la
espera hasta que se haga lugar a repasar con lentitud cada rincón. Cada
escalón, los libros que cuelgan hechos origami, el empapelado de hojas
numeradas, los lomos de los libros enterrados en las paredes, las macetas que
parecen flotar, el techo donde el cielo se funde con las voces y las estrellan
penetran los oídos. Todo está dispuesto, el espacio es despacio y nosotras
estamos frescas para recibir la inyección de textos que vinimos a buscar.
Sabemos
que pasaron otros antes, que nos perdimos algunos hits. Pero los que nos tocan
nos deleitan. Osvaldo Vigna, acompañado
por unas cuerdas exquisitas, inicia su ritual y es carguen,
apunten y fuego. Sus textos se clavan como balas, van derecho a la sien y te estallan la cabeza.
Su poesía te arranca del letargo, y él lo sabe y quiere que estés atento.
Entonces recita como quien habita en los espacios que quedan entre las
palabras, y entrega el cuerpo. Performance
en estado puro. La veo venir a Juana
Sinmás, acomodarse e ir pasando los papeles, las hojas del libro, y pienso
que esta noche también las princesas recitan. Las princesas de la vida
cotidiana, las hermosas que escriben de cualquier viaje en colectivo y te dejan
la esperanza de una rutina letrada. Naty
Menstrual se acomoda despacio, se sienta del otro lado de la mesa, y lee frente al micrófono. Sabe hacernos reír, sabe dejarnos expuestos con nuestros
prejuicios y banalidades. Se ríe de todos, de ella, de vos, de mí, de esta
sociedad pacata que tiene el dedo índice presto para apuntar. Pero como los
payasos de circo, atrás de las risas hay una verdad que lastima, un sabor
agridulce de sabernos todavía con cegueras que no nos animamos a desterrar.
Dejamos
el lugar, flotando. Viajamos hasta casa, flotando. Esa sensación de sentirte
llenito después de un gran plato. Que la poesía y la música sean el alimento
del resto de los días, también de esos que son eternos domingos.
excelente!!!
ResponderEliminarrecién veo esto! hermoso =)
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