“Viento, Fuerza, Tronador”, de El Tronador, es uno de mis discos elementales. Elemental,
porque sin él no respiro y elemental también porque siento que esas once canciones encierran los cuatro elementos. El Tronador construye en el inicio de cada
una un cosmos, como once actos de una misma obra, cada uno imprescindible, encadenado en un equilibrio maestro. Pocos
discos me generan lo que éste, ese despliegue de universos infinitos y
paralelos, esa música visceral despertando los sentidos, convocando el lado más
feroz y primitivo, intuición de hombre-animal hecha sonido y ritmo.
El escenario perfecto, el teatro IFT: dispuesta a recibir en vivo
la música que claman mis sentidos. Algo desencaja, algo fuera de la costumbre
en el indie, las butacas. Las butacas rojo punzó, en hileras acomodadas una
atrás de la otra. Luces
intensas y ciertas llegan como rayos emitidos desde el escenario e iluminan a los nueve tronadores perfectamente desparramados, destilando esa energía karma que confluye en cada melodía que crean.
La música llega impecable, con la misma intensidad y perfección
con la que lo hace en el disco de estudio. Ahí están ellos, dominando sus instrumentos como titiriteros del sonido, ellos
negándose a que el acto rutinario de tocar una canción no despabile emociones
muertas.
Suena Australia, y yo ya
emprendí el viaje a ese recóndito rincón, la voz hipnótica de Marina me lleva. De
repente, el teatro se cubre de una neblina espesa, El Tronador está tocando Burzaco.
El recital avanza, se ve a la música naufragando como un
barco de papel en una bañadera. Mis sentidos atentos a no dejar escapar nada, allí
donde el batir de alas se diferencia apenas de cualquiera de los otros sonidos,
cautelosamente provocados. El cuidado en la
ejecución de cada nota, la exploración continua entre ruidos que se ajustan de
la mejor manera, como un perfecto rompecabezas.
Suena Helicópteros y La Ballena, con Cecilia Czornogas y
Señorita Carolina sumándose a la jauría, y así la música construye puentes y abre las venas a fuerza de ruido de cuerdas. Tocan un cover de Thunder only happens when it's raining, versión que se convierte
enseguida en mi preferida.
Paraguay para la despedida, y entonces se lo ve en la sombra que se dibuja cuando se disipan las luces: el recital de El Tronador tiene la forma de
una manada de lobos en la tempestad.
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