Ph. Marie Le Pen
Resistir.
El papel se trata de eso, a veces. De la resistencia en sus diversas
formas. Ganarle a la pantalla, y que triunfe al tacto el papel.
Motivo suficiente de festejo, y a lo grande. Un festival que celebre
con música, poesía y feria a la música, la poesía y la
feria. Meter las narices ahí, asomarse a la primer jornada y tratar
de decir con palabras de este mundo lo que los seis conjuntos
musicales saben decir con canciones.
La
sala del Matienzo
espera tibia. Tímido, el público se acerca al escenario. Valiente,
intrépida, Natalia
Ponso arranca el viaje. Solista no tan sola, se deja acompañar
por Matías
Zawadzki en contrabajo y
Claus
Hesse en guitarra eléctrica y trombón. Tres universos diversos que
se funden por momentos, y por otros se mantienen navegando en rutas
paralelas en la misma órbita. Las canciones fluyen y en ese vaivén
construyen desde su sonido esa atmósfera que va ganando lugar. La
estética de Natalia atrapa, encandila. Pero hay algo más, algo que
se filtra en la profundidad y fuerza de su voz, en la potencia de los
acordes. No es inocente. No lo es desde las letras, tampoco desde las
melodías. Desafía el lugar común de cantautora, y la apuesta se
juega en un campo donde la sonoridad es honda, oscura, para nada
naif,
no hay ingeniudad. Se trata más bien de ir develando un secreto.
Será cuestión de ir a buscarlo en sus canciones. En una
presentación cortita y al pie, abre la puerta para que salgamos a
jugar, pero sin las máscaras puestas.
Los
Chicos
de Portugüal llegaron desde la ilustre ciudad de La Plata para
sacudirnos. Tienen su metodología, que dista del desastre, y aún
así sacude como pocas. El disco
que llevan en su haber es un valioso botín que en once canciones le
vuela la peluca hasta al más aguerrido. Las canciones que conforman
la lista de temas de este show viven ahí mismo. En vivo repiten esa
misma precisión, y le suman una energía transformadora que
multiplica a los cuatro en cientos. La batería destila talento, el
bajo supera cualquier expectativa, las guitarras eléctricas se lucen
en la justa medida y las voces, repartidas, completan el plan
perfecto. Al pie del escenario, desde donde no se pierde visión de
ninguno, casi en un semicírculo, me los figuro como un relojito
musical entrenado, ensayado y listo para hacernos bailar.
Con
Ivo Ferrer a la cabeza, Los
Tremendos copan el escenario. Y no es sencillamente una forma de
decir. Los ocho integrantes de este fantástico delirio musical se
desparraman y esa expansión física provoca un efecto inmediato de
imantación en los asistentes, que no pudiendo resistrse, se entregan
en cuerpo y alma a la festividad que propone la banda desde sus
letras, desde su sonoridad, desde las sonrisas inmensas y los guiños
en sus gestos. Ahí arriba la están pasando bien, queremos lo mismo
acá abajo. Ellos saben, ellos proponen, ellos disponen. Haciéndole
honor al nombre, transforman el lugar en una verdadera fiesta.
Aplausos fuertes, espíritus liberados. Ritual de celebración, donde
los responsables por ejecutarlo tienen pleno conocimiento del juego.
Las melodías trabajadas, las voces coordinadas, sincronizados todos
y emitiendo en el mismo canal. Música de los amigos para los amigos.
Prometen publicar un adelanto del disco en junio. A estar atentos.
Lu
Martinez en bajo, Lucy
Patané en batería, Marina
Fages en voz y guitarra eléctrica o Marina
Fages y las Chicas de Humo. La
propuesta
sorprende. Sobre todo, después del disco
a dúo que editaron en el 2013 Fages & Patané y para quienes
se dejan seducir por el funkie-groove de “Realmente
Grande”, obra maestra de la inigualable Lu Mar. Contundentes,
arrolladoras, multifacéticas, versátiles, y por supuesto y sobre
todo, talentosas. Este power-trío despabiló en un perfecto
cachetazo de sonido. Y como si con estas féminas fatales fuera poco,
Fernando Kabusacki
suma su guitarra como invitado en algunos temas. Qué palabras elegir
que sean fieles a lo que hace Kabu con esas seis cuerdas. Su aporte
no suma, multipica. La energía es total, la sala transpira, el
cuerpo abre un registro nuevo en su fichero de sensaciones. En esta
nueva versión más grungera las chicas lo dejan todo, y el público
lo recibe agradecido por el aire nuevo.
Entre
banda y banda, hay poesía. En el primer piso, hay feria de discos,
NaN para llevar, remeras, sellos y gente amiga. De fondo, todo eso
que (no) suena en la radio. La musicalización de y por la escena
indie. Fes-ti-val, separado el sílabas y con mayúscula.
Turno
de la Bestia
Bebé. Y como sucede siempre que este cuarteto se sube al
escenario, hay fiesta en el barrio. Tom y los suyos, el fútbol y los
amigos. Las canciones punkies cortitas, contundentes, tejidas de
sabiduría cotidiana. Algunos de los personajes de las figuritas
dispersos por ahí. El mosh,
el pogo, los gritos, los abrazos. Canciones para la celebración,
para enmarcar el momento y vivirlo intenso. Potencia en estado puro.
Disolución total de la barrera público-banda. Ellos tocan, la
intensidad se acrecenta. Presentan temas nuevos, que son bienvenidos
y celebrados. Lucho, de The
Hojas Secas, se sube a cantar una. Ya dije la palabra clave:
amigos. Ya saben que ellos son el alboroto, la farra y la sencillez
de no pretender nada y en eso dejarlo todo. Que el escenario sea
siempre una cancha. Que los que van a verlos sean siempre una
avalancha.
Se
perdieron unas llaves
– dice Anabella, guitarra y voz al frente de Las
Ligas Menores, banda que cierra la primera fecha de este
festival. Frase que recorrió los escenarios más gloriosos de los recitales más extremos de la escena punk de los 90s, a eso me remite inmediatamente esta frase. Y todo lo que viene después, también. La pollera escocesa ayudó, tanto como la estética musical de la banda. Las voces lánguidas, la guitarreada rítmica. Hay algo en su propuesta que cautiva. Los temas de su disco homónimo, otra joyita de Laptra. Abajo sigue el descontrol lindo, los saltos, las voces alzadas en alto, la ronda que encierra algún emujón, algún salto. Con toda esa energía destilada y acumulada, cierran la fecha. Muy buen final de fiesta. Si te quedaste con ganas, tocan este viernes acá.
Y como quien no quiere cosa, o no la entiende o busca perderse, al día siguiente encuentro en el bolso las NaN en promoción, las anotaciones en la libreta y la dicha de saberme testigo de una gratísima propuesta. Larga vida a NaN, amén!
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