Ph. Marie Le Pen
Estar de gira sin parar, anestesia. La
contracara del exceso, es la carencia. El riesgo es desconocerla como condición.
Noche de veda en la Ciudad de Buenos
Aires. El Matienzo espera,
manso. La puntualidad reina, y antes de que las agujas den la vuelta entera, Daniel Vinderman, acompañado por Pablo Quiroga (percusión) y
Victor Silione (violín), se presenta en el escenario. Del otro lado la sala,
llena y expectante. Todo un desafío. Pero no desespera. Trajo una cajita
musical que esconde 12 piedras preciosas, cuyo sonido es el de la tierra y el
sol. De esa cajita con nombre propio, Cosas
que te dan placer, saca la primera: “Fuiste el color”.
Y no hizo falta esperar que Bengala
haga lo suyo, la maquinaria ya estaba trabajando. Nos derretimos, nos despertamos.
La claridad de esos ojos es proporcional a la transparencia de su lírica, que
conmueve. Un río de canciones que limpia. Despertar del sueño, y entrar en uno
nuevo. Adiós a todo lo adormecido, bienvenido lo nuevo.
Hay algo silencioso y muy presente, algo que
desde la sutileza, embellece. Sero Visuales dio el presente, y en la perspicacia de elegir la imagen que acompaña,
el clima se construye. Se respira amor, está por subir Sur Solar. Algo impacta, los músicos suben al
escenario de a uno. ¡Cuánta emoción, cuánta adrenalina! Como al ring, como a la
cancha, a darlo todo, a entregarse en cuerpo y alma. En una descripción
liviana, El Guachazo es la banda que acompaña a Julián Mourin. Pero,
qué hay de ese hilo invisible que tejieron, cómo explicar el misterio energético que se desata cuando Julián nos da la espalda y se zambulle en su
banda, como un sediento de vida que se hunde en el mar. ¡Ay!, las olas ahora
llegan hasta acá, y nos mojan los dedos de los pies. Nos dejamos empapar, y
como en un río calmo las canciones nos llaman, nos llenan, nos alimentan.
Si el desafío de presentar en vivo un disco es
lograr que cada canción suene fiel a la edición, este equipo hizo algo
completamente inesperado, lo superó! Facundo Salgado en el bajo, Leandro Baroncelli en percusión,
Sofía Urruti en voces, Philippe Bacque en guitarras y Pedro Urruti en pad
electrónico, y cuerdas invitadas a cargo de Vero Marjbein en violín y Juan
Ignacio Ferreras en cello. Claro que desde el borde del escenario hasta el fondo,
amuchado y excitado, el público aplaude, y fuerte. Las canciones van llegando,
van sonando, van creciendo. Y toda esa pasión de ahí arriba es viral, queremos
nosotros también. Entonces, chasqueamos en “Sismo”, yo también
guiño. Nos quedamos a solas con Julián, y soltamos con él una lágrima. Miramos
atentos y perplejos su semblante cuando nos asegura que “la canción puede ser muy poderosa, la música es muy poderosa. Hice esta
canción para pedirle una
señal al Universo”. Accedemos a su pedido, cuando se engolosina y pide
bis de estribillo a capella en “Cuerpo mar”. Honestidad
brutal, y dos más para los bises. Se terminó. O no. Un show llega a su fin, un
disco está empezando su camino. Seguro sea de giras, de dar vueltas y llegar a
todos los rincones, a todas las ciudades, de cruzar océanos, de abrirse paso. Pero
lo que trae Sur Solar no queda sólo sujeto a ese puñado de
canciones. Hacerlo sonar es desatar las emociones, es abrirse a una entrega
total, es despertarse de la anestesia de la ciudad, de la era. Viene tormenta.
Que el subidón de emoción se desate, quedan advertidos. Déjense empapar.
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