Había un monstruo de mil cabezas en mi cabeza
contaminada. Había una vez un viernes. Había también un mito que lo ligaba a la
tragedia. Había una ciudad, furiosa y acalorada, y un caos de tránsito que
demoraba la llegada. Así y todo, la noche no da tregua. Un charrúa cruza el
charco, de nuevo. El Konex lo espera, me espera, nos recibe, nos abraza. Cabrera, Fernando. La curiosidad, la ansiedad, la
obsesión, la admiración tienen nombre y apellido, y raíces en el Río de la
Plata.
“Canto de mujer”, “Punto muerto”, “La garra del
corazón”, “Imposibles”. La lista de canciones se clava de una en el pecho. El
cuerpo llega primero, y es lo primero que se desintegra. Desde el piso, el alma
se alimenta. La música es religión, es ritual, es curación. La música es los
ojos que sostienen la mirada, aún en esos instantes en los que ya no queda
nada. La música sos vos, que todavía no llegaste, que ya te vas, que nunca
estuviste. “…El planeta y el ser
prevalecerán”, escucho el final de la presentación cuando Cabrera invita a Perotá Chingó a
sumarse. Se funden sin anularse, bendita la alianza. Algo se expande, la
melodía de “El tiempo está después” destruye las falsedades. La intensidad del
momento es casi insoportable. Hay que entregarse. Mi primera comunión. Recibir
la música popular como quien deja entrar un dios a su cuerpo, como quien es
nido para que las alas de “Al mismo tiempo” se replieguen y por fin descansen.
“Por
ejemplo”, el bajo de Malosetti.
Y cómo no dejarse hipnotizar, cómo no caer rendido. Aunque ya se esté en el piso,
aunque los aplausos desde el inicio no alcancen para felicitar. Homenaje a
Yupanqui y Mateo. Tantos saltos, tantos
rápidos y llegar a esta conclusión: otra noche sin tu amor, sólo a cuatro
cuerdas, qué delicia, qué dolor! Pegado a aquel
que canta milonga en tono mayor y anhelante conoce que en la platea va el
corazón adelante podría ser la receta para aniquilar todos los males de
este planeta. Seguimos acá, sentados admirando a Cabrera, susurrando apenas las
letras, en un silencio absoluto respetando su arte en estado puro, en crudo. No
recuerdo silencio semejante de cara a este escenario. Ni el 71 se anima a
interrumpir el ritual de Fernando. Sube Liliana Herrero, y “Te abracé una noche”
es hiel.
Estamos escribiendo un capítulo de la historia, de esa que escriben los que no han ganado. Héroes ajenos a la performance y el estrellato. Acá alguien canta porque sangra, porque ama, porque está vivo. Por suerte, y a pesar de. Sin bis pero de pie, el público aplaude más allá de los límites de las manos. En ese abrir de brazos y entregarse, Cabrera se va. Trato ahora de traducir lo que leí en el aire: gracias por tus canciones, nada nos canta con tanta calma, desde que entraron, iluminadas.
Estamos escribiendo un capítulo de la historia, de esa que escriben los que no han ganado. Héroes ajenos a la performance y el estrellato. Acá alguien canta porque sangra, porque ama, porque está vivo. Por suerte, y a pesar de. Sin bis pero de pie, el público aplaude más allá de los límites de las manos. En ese abrir de brazos y entregarse, Cabrera se va. Trato ahora de traducir lo que leí en el aire: gracias por tus canciones, nada nos canta con tanta calma, desde que entraron, iluminadas.
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