Me entibió el corazón su forma de silbar. Me
llenó de ternura, aunque hubiera fuerza y equilibrio. Será herencia azteca, quién sabe. Así y todo, fue la calma. Alguien
que juega con las palabras, que las entreteje con astucia, que borda poesía. Las
alterna con la melodía justa y así construye un paño de canciones que hace las
delicias de cualquier espíritu indómito. Es domingo y llueve, el romanticismo
suicida del abismo y el final va alejándose de a poquito. En el corazón de Palermo
el Teatro Popular “La otra cosa”
extiende los brazos. Entregarse a su abrazo, al cobijo de las gradas bajo techo
donde la luna se filtra igual, y en el patio los vestigios de un escenario que hoy
no pudo ser. La luz es la música de David
Aguilar. La luz es todo lo que viene después, también. Alguien dice “gracias”
con acordes nacidos en Oriente, tango como el que supo haber en los arrabales
de antaño, recitan poesía y suena una jarana desde Sierra de la Ventana. La luz
es el amor-energía que va y viene del escenario y para arriba. La luz es encontrar
en el camino a un mexicano de gira, y rodar en sus armonías.
NOTA: seguir la gira sudamericana de David Aguilar. Verlo en
vivo, sin falta!
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