En viaje a Despacio Martinez voy recordando la primera vez que a Pablo Malaurie cantando sus canciones en el pseudo-escenario de esa dulce revolución que se agita sigilosa en el barrio de Barracas. Ese encuentro casual no fue amor a primera vista. Hacía horas que estábamos esperando que arranque la banda que nos había convocado a ese lugar remoto y desbordante de arte y poesía y la impaciencia se escondía atrás de la fascinación pero allá atrás estaba, de todas formas.
De pronto y sin previo aviso arranca Pablo con su guitarra, con su voz absoluta, con su prosa prolija y con el inconmensurable Nacho García al piano transformando el aire en algo disímil y ajeno. En ese momento, no podía apartar de mi cabeza un único pensamiento que se paseaba entre geishas, samuráis, peces coi y Shangai.
Con el correr de los días me fui habitando de esos sonidos malaurieanos, perdí el miedo a lo nuevo y ajeno y caí rendida a los pies de El Festival Del Beso. Hoy voy por El Beat De La Cuestión, deseosa de fantasía y magia.
Pablo está sentado en una silla, de piernas cruzadas, con su criolla en la falda. La luz es tenue, rojiza, las velas parpadean y el aire se mueve al compás de las aspas del ventilador. La guitarra de madera nos traslada a tierras lejanas. Entre medio se cuela una versión malaurieana de una balada mentettera, y ya no importa si el hit es Beat o Festival, la música suena increíble lo mismo porque Pablo Malaurie es un artesano del indie.
Qué bien se respira hoy! No podría estar más de acuerdo.
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