Decir de un ciclo que lleva menos de un año que
es un clásico, sería cuanto menos, apresurado. Así y todo, los Martes Indiegentes
de Niceto Club está,
semana a semana, ganándose ese lugar. Dejando esa puerta abierta, voy al grano
para contar uno de esos míticos encuentros.
Apenas arrancada la semana, que el salón esté
colmado no es poca cosa. Por mi parte, que la musicalización esté a cargo de Fuego Amigo Discos
es un detalle no menor. Me costaría encontrar quien les pueda hacer sombra a la
hora de seleccionar un playlist que
refleje la escena. Acomodados y acalorados, entonces, la primera banda rompe el
hielo. Se trata de Las
Edades, banda de rock responsable por Cinco canciones de amor, su único
EP editado hasta el momento. Lea Franov es la voz y la luz. Fernando Palazzolo
(guitarra eléctrica y voz), Otto (bajo y voz), Nicolás Miranda (guitarra eléctrica
y voz) y Conte (batería) completan el quinteto. Están ahí, de frente, con una
iluminación precisa y un sonido prolijo. Están ahí, interpretan todas las
canciones del EP y algunas inéditas pero que tienen trayectoria, y suenan
impecables en cada una. Están ahí, van alternando las voces, van rasgando las
tres guitarras, van desangrando historias cotidianas. Están ahí, y a través de
su música nos trasladan a otro universo, paralelo, colmado de rock y de amor,
en un justo equilibrio. Están ahí, y la fuerza de su sonido es absoluta y contundente.
Están ahí, y la están rompiendo.
La femineidad, al palo. No se trata sólo de
eso, pero en cada oportunidad que las veo me resulta inevitable pensarlo. Groove,
funk, soul, hip hoppeo… de qué se
tratará Mamasutra,
es un misterio que me gusta ir resolviendo en sus shows en vivo. No podría
dejar de mencionar la energía, la fuerza total que despiden. Como un pequeño
batallón que va a fondo, que pelea con la música como bandera y está luchando
al todo por el todo. La entrega es total, y cuando pareciera que están por
quebrarse, redoblan la apuesta y se hunden en un sonido todavía más sublime. Verdaderas
mujeres bellas y fuertes, y un caballero que desde el saxo marca su presencia. Funk
al mango, y que viva La Liberté d'
Lá Conché!
El espíritu solidario me llevó a conocer a Cabeza Flotante hace
poco tiempo atrás. En esa oportunidad, como en esta también, no pude evitar
sentir que se trataba de algo bueno. Y nuevo. Caí rendida ante su sonido, como
lo hace cualquier incauto ante un hechizo. No podría determinar las causas, las
maneras y formas de la canción son tan infinitas y misteriosas.... Pero el
efecto es claro: quiero más! Ni con el bis alcanza. De esas bandas que mientras
disfrutás en vivo, la mente se distrae pensando en llegar a la feria de discos
o a alguna tienda online para tenerlas a tiro en cualquier momento. Quizás sea
que el teclado me evoca al pop, con el que nunca pude, ni quise, pelearme. Será
que el secreto de su canción esté en las infinitas influencias que listan como
referencia… No lo sé, pero es tan cierto que me dejan pensando en eso como que
sé que voy a volver a verlos cada vez que pueda.
De este lado, bailamos, nos divertimos, coreamos
y la agitamos de lo lindo: ¿Qué más se le puede pedir a un martes?