No es la primera vez que cuento un Sofar. Y sin embargo, en cada encuentro
me deslumbra el amor. La lluvia que amenazó durante el día, plantó bandera
blanca y emprendió la retirada justo a tiempo. En el jardín de la casa que se
presta hoy, los últimos rayos se reflejan en el agua, en el pasto, en los
ventanales y en los ojos de quienes son parte de Sofar por primera
vez. El clima es la calidez de siempre, las sonrisas cómplices, las ansias por
develar el misterio, saber de qué se trata, vivirlo en carne propia.
Los flyers anuncian la grilla estelar de este
encuentro de febrero, y la propuesta promete. Hay más cables de los que se ven
habitualmente, desafío que incrementa las expectativas. El autor intelectual
del ciclo da la bienvenida, las consignas básicas y revela el secreto: “este es un proyecto hecho por amor a la
música.” Sentados al pie del escenario improvisado en el living, nadie
puede dudarlo.
En el hueco que dejás, puedo construir el bien… Tomás Amante
es el primero. Abre con “El hueco”, esa canción que da título a su disco y que sin permiso voy a usar para definir de qué se trata esto: Tomar los espacios cotidianos,
rutinarios, pedirlos prestados para compartirlos y así transformarlos en la morada
de la canción. Ese living de una casa, que hoy es escenario, sólo para que lo
disfrutes vos. Nicolás
Salvador lo secunda. Alta viola,
pienso sin filtros. Es que cómo definir la destreza de los dedos. Artesano de
las cuerdas, maestro, guitarrista de oficio. “Hay que morir afinado”, bromea. O no. La lista es escueta, y rebota entre el disco y
algunas inéditas pero conocidas. El final es un cover de Fito que llega
demasiado pronto. El resumen de mi bic lo deja claro: La voz intensa, la
canción en estado puro, la promesa de un nuevo disco y una próxima fecha en
marzo. Habrá que seguirle el rastro, nomás.
Marvin llega
con su indie rock electrónico, y captura los oídos desde este otro ángulo. El
sonido es limpio, bien logrado. Imagino que la responsabilidad es compartida. Los
equipos, las canciones, el sonidista, los músicos y el justo equilibrio de todo
ese aglomerado. Las ondas se expanden, rebotan. Los temas se condensan, se
propagan en el aire de la misma manera en la que su música irradia. La lista es
casi por completo de la última placa.
Hay un foco en la arquitectura del sonido y no tanto en la potencia de la voz, que va diluyéndose en el ritmo, una voz sin
fronteras. Un sonido anclado en esta era.
El cierre queda a cargo de Mamasutra y su funk-fem. La batería, la línea de bajo,
los vientos. Si el fixture para un cierre de fecha idílico tuviera que definirse,
la sección de vientos sería un punto obligado. La frescura de la banda invita,
convida. La sensualidad de quien toca como por jugar un rato, pero al hacerlo
deja las bocas abiertas y los oídos endulzados. Algo lejos del mic, la voz se
pierde un poco. Así y todo, su fuerza queda. Grito de protesta, de dama combativa. La voz
de una mujer alzándose, levantándose, protestando, contando su verdad, cantando
por todas. El humor negro que enmascara la realidad de los días, jugar con la
prosa, deleitar en la ritmo.
Se va la fecha de febrero, habrá que esperar y
enlistarse para la de marzo. Un proyecto hecho por amor, con amor, para el
amor. Que así siga.
Tomás Amante se presenta con su banda el viernes
20 de marzo en FIESTA ROXTAR