Noche de jueves, algo fresca pero con
apariencia de buena anfitriona. Ir al nuevo Matienzo para alegrar el corazón
con melodías féminas parece la vía de escape apropiada. Sin mesas ni sillas, el
lugar acoge en toda su extensión. Lo interpreto como un presagio del baile que
se está por armar, y me dispongo cómoda en el piso, al lado de una muchedumbre
que contenta disfruta de la invitada al show.
Loli Molina está al frente, sola con su
guitarra. Y pese a que los instrumentos y micrófonos ya están dispuestos para
recibir a la orquestina de señoritas, a la cantautora que lleva dos discos
editados el amplio escenario le calza justo. Entre canción y canción va
contando la historia detrás de la letra, alguna anécdota, y así establece una
conexión con el público que se deja llevar por su voz de sirena y esas melodías
suaves y lúdicas que brotan de sus temas. “Primero
hago las canciones del material de la tristeza”, anuncia. Pero más bien
resulta como si uno estuviera naufragando en el río de sus armonías sensibles. Además
de ilustre cantautora, Loli resulta una excelente seleccionadora de covers, y nos tiene a todos a puro canto
desafinado con una de Ricky Martin. La despedida llega por el mismo lado con “Como
lo unicornios” y “Fuiste” de Gilda. Con la sangre corriendo más acelerada, se despide
dejándonos a punto caramelo.
Hace más de dos mil años que dicen que de las
costillas del primer hombre nació la primera mujer. De las costillas, ni de
arriba para que no sea más, ni de abajo para que no sea menos. De al lado, para
que lo acompañe y ayude y de abajo del brazo para que la proteja. Pero
yo me pregunto si ese gran hombre que decidió cosa semejante se habrá imaginado
que todo eso iba alguna vez a derivar en el huracán que se desata cada vez que
un puñado de simples mujeres se junta a tocar. Las Taradas suben al escenario,
despuntan con “El Show del perro salchicha”, su versión de “Comin´home, baby”
donde hay espacio y tiempo para que cada Tarada de prueba fehaciente de ser una
maestra en lo suyo y agreguen ese derroche de sensualidad que son en “Bei mir bistu
shein”. Para esta altura, estamos todos de pie, inmersos en un baile encendido y
esa noche que del otro lado de la puerta es fresca, es un incendio adentro.
“¿Se
bancan un chachachá?”, desafía Maffia. El coro no se hace rogar y pepitín, pepitón. Se suman milicias a
las filas Taradas, Señorita Carolina y Loli Molina acompañan en la velada. El
escenario destella belleza y talento de punta a punta, se arma un trencito
entre el público y seguimos obedientes la orden de agacharnos hasta el piso,
como lo hacen ellas mismas. Y como si esto no alcanzara para describir el clima
de jolgorio, basta que mencione que Encarnación de los Males revoleó su
contrabajo por el aire, imagen que me llevo como una estampita para rezarle en
mis días más grises y aburridos. “Que no, Que no” anuncia el final (nota
mental: no olvidarse de colaborar con el proyecto de crowdfounding para el
video!), pero la energía es tanta que exige un bis: “Cocaine Blues”. Pero no,
con eso no basta. Un enganchadito en clave cumbia de “Perfidia” y “El Reloj” y
con eso nos damos por hechos. El huracán Tarado dejó una tempestad de emociones
a flor de piel. Secretamente, me uno al ruego desesperado y le pido al reloj que
haga esta noche perpetua, porque noches como ésta sin dudas que lo valen.
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