jueves, 30 de enero de 2014

martes, 28 de enero de 2014

Sofar o lo hacemos por amor a la música


El último fin de semana de enero llega como un arrebato, en su extrañeza trae una frescura inusual a esta isla de calor que es la ciudad de Buenos Aires en verano. La propuesta es arrancar puntuales y temprano, en una casona de Caballito, una tertulia íntima donde la música sea la protagonista. Reunidos en un living para compartir melodías nuevas, en eso podría resumirse la iniciativa Sofar.

Tocar el timbre, una linda costumbre para rescatar. Subir escaleras y encontrarse de pronto con una sensación de bienestar, de pertenencia. Paredes cubiertas de dibujos, un ventanal enorme delante de un patio con los brazos abiertos. Un escenario improvisado, pero con profesionalismo y destreza. Amigos. Eso parecemos. Un grupo de futuros amigos que se juntó a compartir un lindo momento. Se respira la buena energía, se contagia, se mete de prepo en los vasos de plástico que se llenan de lo que sea que hayamos traído para brindar. La función está por comenzar.

A Cata Raybaud la acompañan 5 músicos, ninguno está enchufado. Rompen el hielo con un acústico que naufraga ritmos que acarician el pop, el rock, el funk y hasta se le atreven al candombe en la inaugural “Pa´delante”. Se sorprende de lo que es marca registrada en estos encuentros, que estemos todos tan cerca y tan temprano. Su voz trae calma a la despedida del sol, y el paseo entre sus canciones nos hace sentir bienvenidos.

Es el turno de Grace Portillo, que se escuda simplemente en su criolla para regalarnos un momento de comunión con su voz interior. Sus letras son breves historias de peripecias personales, pasa del inglés o español, aunque sus temas traigan el lenguaje universal de la música vivida en carne propia. Tiene una fuerza enérgica en la voz que me hace pensar en Nueva York, en las voces de todas las mujeres valientes pero sensibles. Un set list breve pero intenso, que alcanza para dejarnos con las ganas de más.

Ivo Ferrer y Los Tremendos lo ocupan todo. Se acomodan fácil, como si ya estuvieran acostumbrados a encastrarse. Y con esa misma sencillez con la que se asientan, lanzan sus canciones como cupido sus flechas. Enamora la forma en que armonizan los instrumentos y las voces, la manera en la que se ríen pícaros, su modo de invitarnos a sumarnos a su viaje. El bandoneón está al alcance del aplauso, el coro al borde del delirio, Ivo se ríe mostrando los dientes y Pat Morita está ahí, escondida pero destilando su presencia hechicera. Temas de “Aunque ya esté grande, aún quiero ser astronauta” se intercalan con algunos de “Genial” y se despiden invitando a corear “Lo más lindo”, sabiendo que tenemos el corazón y la garganta ya entregadas a su canción. 

El tiempo hace esa inversión de siempre cuando la estás pasando bien, y llega el final de esta velada. Pero antes de la despedida me vuelve a la cabeza una frase que dijo Hernán en la presentación de la fecha: “lo hacemos por amor a la música”. Eso, sin duda alguna, es lo que más se nota, y se agradece.

Lá fora está chovendo - Que Maravilha! - Vinícius & cía.


a Lupe, el corazón le late a este ritmo

miércoles, 15 de enero de 2014

Lupe en el Bon Odori


 Una ventana donde sentarse a recibir el día de la misma manera en la que la orilla de Villa Elisa le da la bienvenida al arrullo del río. Así son las cosas en algún bunker, en alguna ciudad de la 1 a la 31, y de la 32 a la 72. Para celebrar los pies como la mayor conquista de la especie se puede llenarlos de rueditas desparejas, pero limpias. Volver vomitando conejos, y que uno se te quede colgando de los labios y se vuelva colorado para el festejo: darle la bienvenida a las almas de los ancestros.

Pero hacerlo entrada la noche, en un predio de Colonia Urquiza donde la comunidad japonesa comparte sus tradiciones: El Bon Odori, en su XV edición. Y sentirte bien y a gusto copiando los pasos de las mujeres en kimono. Y que el frío en pleno verano sea parte de la anécdota, como ese pollo en cono que chorrea una salsa agridulce que memorizo en la lengua, a ver si aprendo algo nipón. La noche se mueve al compás de los tambores taiko, y alguna canción queda resonando ya muerto el fin de semana. Rescate de tradiciones que me son ajenas, pero veneradas. Ojalá los espíritus protectores de las cosechas hayan recibido mis respetos y me propicien un año próspero. Hasta ahora, parece que así lo han hecho, 感謝