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viernes, 27 de febrero de 2015

Una casa hará de hogar - Sofar Bs As



No es la primera vez que cuento un Sofar. Y sin embargo, en cada encuentro me deslumbra el amor. La lluvia que amenazó durante el día, plantó bandera blanca y emprendió la retirada justo a tiempo. En el jardín de la casa que se presta hoy, los últimos rayos se reflejan en el agua, en el pasto, en los ventanales y en los ojos de quienes son parte de Sofar por primera vez. El clima es la calidez de siempre, las sonrisas cómplices, las ansias por develar el misterio, saber de qué se trata, vivirlo en carne propia.

Los flyers anuncian la grilla estelar de este encuentro de febrero, y la propuesta promete. Hay más cables de los que se ven habitualmente, desafío que incrementa las expectativas. El autor intelectual del ciclo da la bienvenida, las consignas básicas y revela el secreto: “este es un proyecto hecho por amor a la música.” Sentados al pie del escenario improvisado en el living, nadie puede dudarlo.

En el hueco que dejás, puedo construir el bien… Tomás Amante es el primero. Abre con “El hueco”, esa canción que da título a su disco y que sin permiso voy a usar para definir de qué se trata esto: Tomar los espacios cotidianos, rutinarios, pedirlos prestados para compartirlos y así transformarlos en la morada de la canción. Ese living de una casa, que hoy es escenario, sólo para que lo disfrutes vos. Nicolás Salvador lo secunda. Alta viola, pienso sin filtros. Es que cómo definir la destreza de los dedos. Artesano de las cuerdas, maestro, guitarrista de oficio. “Hay que morir afinado”, bromea. O no.  La lista es escueta, y rebota entre el disco y algunas inéditas pero conocidas. El final es un cover de Fito que llega demasiado pronto. El resumen de mi bic lo deja claro: La voz intensa, la canción en estado puro, la promesa de un nuevo disco y una próxima fecha en marzo. Habrá que seguirle el rastro, nomás.

Marvin llega con su indie rock electrónico, y captura los oídos desde este otro ángulo. El sonido es limpio, bien logrado. Imagino que la responsabilidad es compartida. Los equipos, las canciones, el sonidista, los músicos y el justo equilibrio de todo ese aglomerado. Las ondas se expanden, rebotan. Los temas se condensan, se propagan en el aire de la misma manera en la que su música irradia. La lista es casi por completo de la última placa. Hay un foco en la arquitectura del sonido y no tanto en la potencia de la voz, que va diluyéndose en el ritmo, una voz sin fronteras. Un sonido anclado en esta era.

El cierre queda a cargo de Mamasutra y su funk-fem. La batería, la línea de bajo, los vientos. Si el fixture para un cierre de fecha idílico tuviera que definirse, la sección de vientos sería un punto obligado. La frescura de la banda invita, convida. La sensualidad de quien toca como por jugar un rato, pero al hacerlo deja las bocas abiertas y los oídos endulzados. Algo lejos del mic, la voz se pierde un poco. Así y todo, su fuerza queda. Grito de protesta, de dama combativa. La voz de una mujer alzándose, levantándose, protestando, contando su verdad, cantando por todas. El humor negro que enmascara la realidad de los días, jugar con la prosa, deleitar en la ritmo.

Se va la fecha de febrero, habrá que esperar y enlistarse para la de marzo. Un proyecto hecho por amor, con amor, para el amor. Que así siga.


Tomás Amante se presenta con su banda el viernes 20 de marzo en  FIESTA ROXTAR

miércoles, 26 de febrero de 2014

conectar con la música - Sofar de Febrero


Se fue el último fin de semana de ese mes tan extraño que es Febrero. Se fue silbando bajito, soplando un aire nuevo y fresco. Yo lo dejé escurrirse entre dudas y certezas, porque una de cal una de arena. Pero el sábado es día de santidad en el cielo. Por eso atravesé la General Paz mientras la hora rosa se caía encima del parabrisas, y entonces yo no podía dejar de prestarle atención al mapa al que se le acababa la batería y a esa historia tan graciosa de una chica que un día una vez hizo una cosa.

Llegamos, justo a tiempo. Otra vez el tiempo, pero estamos del mismo lado y no es necesario tocar timbre porque una reina se cargó con el traje de anfitriona y nos hace sentir tan como en casa que este lugar parece un pedacito de paraíso. Así es en Sofar. El patio se ve como uno quisiera que se vean todos los patios lindos. Hay flores blancas que tienen un perfume tan suave que a mí me dieron ganas de meterme ahí adentro y quedarme un rato largo, hasta que se me pase.

Pero La Magnísima Gronda está despuntando el set. Hay que prestar atención a todos los sonidos, porque brotan en equilibrio. El violín y el piano le dan un color y una calidez especial. Un folk que se fusiona con ritmos rioplatenses y mansos va ganando confianza y se instala en la sala hasta que su presencia se vuelve entusiasmo. Las canciones van subiendo de a poquito, y el final pasa de un bombo legüero a una invitación de introspección. Nos quedamos con su tarjetas, y el compromiso de escuchar el disco.  

Bombacha Collective me deja con la boca abierta por un rato largo. Sigo bregando por el girl-power en la canción, sigo abriéndole el corazón a los conjuntos que hacen lo mismo a la hora de componer e interpretar. Bajan y suben, cambian de ritmo con la misma facilidad con la que un felino se acaricia entre las piernas de su dueño. Con sensualidad y armonía, con diversión, con la fuerza del sonido en su medida justa. Suman a un instrumento humano para la despedida, y dejan con ganas de más, ganas de mucho más Bombacha Collective para el mp3.

Toro Blanco para la despedida. Con una cadencia unos escalones más arriba, la banda conduce el final de la velada con una gracia contagiosa, “no hay nada más jodido que un flechazo de cupido”. Quieren divertirse, se les nota y lo transmiten. Yo interpreto algo de rapeo en algunos temas, y algo de nostalgia en el momento solista. Buena vibra la banda, agendo para el próximo show. Como siempre, hemos cumplido con la consigna: conectar con la música. AMEN

martes, 28 de enero de 2014

Sofar o lo hacemos por amor a la música


El último fin de semana de enero llega como un arrebato, en su extrañeza trae una frescura inusual a esta isla de calor que es la ciudad de Buenos Aires en verano. La propuesta es arrancar puntuales y temprano, en una casona de Caballito, una tertulia íntima donde la música sea la protagonista. Reunidos en un living para compartir melodías nuevas, en eso podría resumirse la iniciativa Sofar.

Tocar el timbre, una linda costumbre para rescatar. Subir escaleras y encontrarse de pronto con una sensación de bienestar, de pertenencia. Paredes cubiertas de dibujos, un ventanal enorme delante de un patio con los brazos abiertos. Un escenario improvisado, pero con profesionalismo y destreza. Amigos. Eso parecemos. Un grupo de futuros amigos que se juntó a compartir un lindo momento. Se respira la buena energía, se contagia, se mete de prepo en los vasos de plástico que se llenan de lo que sea que hayamos traído para brindar. La función está por comenzar.

A Cata Raybaud la acompañan 5 músicos, ninguno está enchufado. Rompen el hielo con un acústico que naufraga ritmos que acarician el pop, el rock, el funk y hasta se le atreven al candombe en la inaugural “Pa´delante”. Se sorprende de lo que es marca registrada en estos encuentros, que estemos todos tan cerca y tan temprano. Su voz trae calma a la despedida del sol, y el paseo entre sus canciones nos hace sentir bienvenidos.

Es el turno de Grace Portillo, que se escuda simplemente en su criolla para regalarnos un momento de comunión con su voz interior. Sus letras son breves historias de peripecias personales, pasa del inglés o español, aunque sus temas traigan el lenguaje universal de la música vivida en carne propia. Tiene una fuerza enérgica en la voz que me hace pensar en Nueva York, en las voces de todas las mujeres valientes pero sensibles. Un set list breve pero intenso, que alcanza para dejarnos con las ganas de más.

Ivo Ferrer y Los Tremendos lo ocupan todo. Se acomodan fácil, como si ya estuvieran acostumbrados a encastrarse. Y con esa misma sencillez con la que se asientan, lanzan sus canciones como cupido sus flechas. Enamora la forma en que armonizan los instrumentos y las voces, la manera en la que se ríen pícaros, su modo de invitarnos a sumarnos a su viaje. El bandoneón está al alcance del aplauso, el coro al borde del delirio, Ivo se ríe mostrando los dientes y Pat Morita está ahí, escondida pero destilando su presencia hechicera. Temas de “Aunque ya esté grande, aún quiero ser astronauta” se intercalan con algunos de “Genial” y se despiden invitando a corear “Lo más lindo”, sabiendo que tenemos el corazón y la garganta ya entregadas a su canción. 

El tiempo hace esa inversión de siempre cuando la estás pasando bien, y llega el final de esta velada. Pero antes de la despedida me vuelve a la cabeza una frase que dijo Hernán en la presentación de la fecha: “lo hacemos por amor a la música”. Eso, sin duda alguna, es lo que más se nota, y se agradece.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Como en casa


El último día de la semana, ese en el que cuenta la leyenda que Dios descansó. El anterior a la oficina gris, al silencioso morir en la rutina. Sofar Sounds parece una salida de emergencia viable, y en el barrio de Caballito una casa de ventanas altas nos acoge amorosamente. La puntualidad es rigurosa, y nos deja una única alternativa: apoyar la oreja sobre la mirilla y dejar que la música de James Spaite nos llene el cuerpo de a poquito. Se escuchan los aplausos, llegan oleadas de risas y un ritmo suave que estimula. Su voz mansa, su guitarra dócil y sus canciones folkie ayudan para ir creando una imagen mental de la situación y el lugar.

Finalmente, las puertas se nos abren y es como entrar a la casa de un amigo. Se respira un clima de diversión serena, de templanza y vida estallando en los rincones. Hambre por la melodía, por compartir el sagrado ritual de la música en vivo, al alcance de la mano. No hay distancia entre Hyperpotamus y el público, esa es la intimidad que se propone Sofar y que hace de cada encuentro una comunión. Un chico que sea una orquesta completa en sí mismo. Un español que atraviese el viejo continente para aterrizar en Buenos Aires y loopear sonidos triangulando de la boca al mic al pedal. Un músico que se entregue en cuerpo, y acompañe la melodía de pies a cabeza. Un aplauso cálido, un agradecimiento sentido y la promesa de seguirlo.

El Plan de la Mariposa en plan madera, ese es su desafío y lo superan por mucho. La hermandad traspasa los límites de la sangre, y apenas si caben unos encimados sobre los otros para iniciar el concierto. Sonidos de mar y sal van inundando el lugar, la boca se nos llena del sabor a carcajadas, a aventuras desde la costa hasta la ciudad. Las canciones de “Brote” y “Trance habitante”, las canciones nuevas, todas se amalgaman estupendo para establecer una atmósfera de jolgorio que invita. Los chicos bailan, como si en eso estuviera el secreto. Su cadencia contagia, y  promediando el recital ya no quedan cuerpos quietos en el lugar. Y acompañamos a la mariposa con la cabeza, con los hombros, con lo que no desarticule el rompecabezas que formamos. Como si el cuerpo no pudiera faltar a la cita, este anti-domingo se lleva los oídos atiborrados de melodía y el cuerpo cargado de movimiento. Una alternativa diferente para sobrevivir en la ciudad.