Quizás porque las despedidas sean algo
complejo. Quizás porque no es cierto que existan, porque aunque se decida
despedir un disco, las canciones van a estar siempre ahí, en algún lado,
enredadas en alguna siesta en el rosedal, en algún viaje en ese bondi que nunca
más tomé, en alguna tarde donde la ficha cayó de una vez y para siempre.
Sea como fuere, es principio de noviembre
(2015, claro está) y El Gnomo cita
en Café Vinilo para
despedir Las
mil y un canciones. Se hace acompañar por La Filarmónica
Cósmica y la cosa ya arranca diferente. Pide conexión, pide oscuridad y un
Om general. Hay invitados, suenan temas del disco y temas aún no editados. Pero
la línea temporal del show se rompe en algún momento, y todo sucede fuera de
tiempo y de espacio, como si despedirse de un disco fuera una trampa. “El amor es una opción inexistente”,
reflexiona el Gnomo y se olvida que estamos acá, dándolo. “Qué show raro”, dice algún músico. Y todos reímos, aplaudimos,
coreamos y cantamos.
Ensayo general y a corazón abierto. Así me
gustaría resumirlo. Porque el corazón es así, raro, difícil de entender y más
aún de explicar, pero siempre cálido. Todo termina abrupto, sorpresivo.
Entonces quizás sí, quizás sí existan las despedidas y los finales. Sin que
nadie quite que lo que pasó fue cierto, y sin que nadie pueda evitar que otros lo
tomemos para armarnos estos cuentos.