martes, 3 de septiembre de 2013

Es la fiesta que te prometí



Agosto se va, pero sus últimos rayos de sol no se llevan la primaveral sensación térmica. Esperé este día como quien está convencido de que lo mejor está por venir. Lo que más me sorprende del horario vespertino del show es que la gente lo cumple. Son las 19:30hs y hay cola en la puerta de Groove, ese recinto a unos pasos de Plaza Italia que oficia de aguantadero para el público de El Mató, pero que antes fue Metrópolis. La estructura de boliche descoloca, hay bolas espejadas girando a lo alto. Y son muchas. Hay barras con birras a los costados, pero de esas que no veo desde los 15. El escenario está más arriba que de costumbre, y las luces son sofisticadas, modernas.

Arranca MI AMIGO INVENCIBLE presentando la edición física de “La nostalgia soundsystem”, su 6to disco de estudio a cargo Fuego Amigo Discos (gran sello, si los hay), y llevan de la mejor manera esa inmensidad de sonidos que lo componen. Casi todo el repertorio transita canciones de esta última placa, y la banda suena como una aplanadora. Parece que necesito más desorden, y así nos llaman. Desde el arranque lo entregan todo, su música atrae como un imán y los que estamos presentes nos acercamos al pie del escenario para disfrutar. Explosión de volumen y cuidado en la ejecución. Dan un show limpio, con ritmo, con energía. Definir es estancar. No voy a encajar su música en un género, porque sería minimizar. Sería injusto también, porque Mi Amigo Invencible sabe abarcar y fusionar. Pero que les sobra actitud y se pueden comer al mundo escudados en sus melodías, de eso no hay dudas.  Mi Amigo Invencible llegó definitivamente a la ciudad de la furia, para darla vuelta. Bienvenidos.

BOSQUES es un viaje. Si una palabra bastara para resumir la manera en la que la banda suena en vivo, cualquier sinónimo de “viaje” estaría bien. Travesía sonora que invita al trance, sonido que transporta. Ritmos densos que cortan el aire y que se repiten en loop una y otra vez. Intensidad que baja y sube, pero no abandona. Los chicos tocan, y es como si nos llevaran de la mano en el bosque, y avanzar hasta que la luz se pierde y se encienden los otros sentidos. Avanzar entre los troncos de los árboles valiéndose de esos sentidos poco practicados, pero que despiertan con “Eomaia” o “El alimento hace bien”. Trance que nos baja de los techos donde trepó la garganta para alcanzar a Mi Amigo y que nos deja en cero para la celebración que está por iniciarse.

Santiago Motorizado, Doctora Muerte, Pantro Puto, Niño Elefante y Chatrán Chatrán. Los chamanes que van a dar inicio al ritual de la noche. Las ventajas de estar a la vera del pogo son extrañas, te llega la vibra y te ahorrás los moretones, pero te perdés la emoción del epicentro. Tomo notas inútiles, ya sé de qué va la cosa. Como un corresponsal de guerra, pero de esas guerras en las que triunfan los buenos, porque los buenos son los que empuñan la voz como arma y el bajo como escudo. Hay mosh, pero no me da el cuero. Me conformo con cerrar los ojos y entregar el cuerpo. La trilogía, La Dinastía, las canciones, los mantras de siempre. Pero cómo no decirlo otra vez, si se trata de eso. De esa canción que se esconde en el límite, la bisagra entre la palabra vuelta sonido y lo que es dicho con una melodía. Por eso somos una manada saltando en cada acorde, porque ahora estamos un paso más acá de la domesticación. EL MATÓ toca himnos salvajes, evoca lo primitivo y ahí es cuando los pibes nadan sobre las cabezas, las pibas se chocan los cuerpos y el sudor nos hermana. La despedida anticipada de siempre “muchas gracias a todos por venir en esta noche de primavera tan hermosa”, el Chango y su voz, su forma. Me sumo al agradecimiento, porque si esto está más o menos bien es por todos los que nos entregamos sin restricciones al salvajismo.  

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