Despacio Martinez es una perla que descansa en lo más profundo de las serenas aguas del residencial barrio de Colegiales pero que despierta y emerge de las profundidades cada 15 días para abrir la coraza que lo resguarda y dejarnos entrar y maravillarnos de su inconmensurable belleza, y disfrutarlo de punta a punta.
Encontrar la suntuosa puerta y tocar el timbre, esa costumbre demodé. Pasar al zaguán y demorarse allí un instante para alimentar la vista con la majestuosidad de la casa, mientras elegimos entre los múltiples espacios perfectamente engalanados.
Los sillones que invitan o las mesas bajas rodeadas de almohadones, la cocina donde nacen los sabrosísimos platos caseros o la barra sencilla pero generosa. Y al fondo, la niña mimada: el jardín y su pileta, los ojos profundos de esa mujer-niña pintada en la pared, y sus rincones donde descansan macetas y plantas y risas.
En Despacio Martinez se respira siempre un aire renovador, un clima de calma y de hermandad. Allí se ofrece a nuestros pies un tiempo de confort, de comodidad, de distensión y descanso. Es esa casa amiga donde uno sabe de antemano que va a ser bien recibido, y va a volver a visitar.
Despacio Martinez es para mí un WELCOME en forma de alfombra. Otro de mis bunkers donde refugiarme cuando el Tsunami llegue y nos lleve el mar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario