Con la capacidad excedida, las empanadas
agotadas y la birra helada, en Ladran Sancho todo parece pronosticar una feliz
noche de domingo. El frío no existe, aunque sea Agosto y estemos en Almagro. La
tristeza tampoco, las chicas están al mando.
Se hacen desear, pero cuando a fuerza de
aplauso el público las convoca, llegan y transforman el lugar. El dúo de alquimistas
del sonido, asistido por Pablo Riera, recorre las canciones de “El Poder
Oculto”, disco debut de esta dupla asombrosa que comparte otros proyectos: una
disquería, Mercurio, ubicada en El Patio del Liceo, un colectivo creativo
llamado MARDER y ese rompecabezas de sonoridad infinita que es El Tronador. “Jacarandá”,
“Botánico”, “Como piedras”, las canciones se van acoplando para cubrir el lugar
de la mística que traen desde la experimentación sonora. Marina, enyesada, busca
sonidos con todo el cuerpo. Apoya el mic en el suelo y salta en el lugar,
palmea el piso, golpea su yeso. Una guarania paraguaya, para no perder la
costumbre de incursionar en lugares nuevos, y esos temas-himno de El Tronador
para despedirse. Un show exquisito, como un viaje en tren hasta el fin del
mundo. Con las orejas enrojecidas y el corazón sobresaltado, aplaudimos fuerte
y largo.
El calor del otro lado del escenario no afloja,
y seguimos siendo un montón. Pero un aire de femineidad y belleza auténtica nos
da respiro. Suben Las Taradas, esa pequeña orquesta de divas locales que traen
a esta década los ´50 como si no hubiera pasado el tiempo. Sin preámbulos ni
divismos, entregan en bandeja el primer tema, “Comin´ Home, baby”. Como para
que queden dudas de qué va la banda. Apretaditos y acalorados, no ahorramos en
vaivenes al ritmo. Las Taradas nos pasean por el bolero, el swing, la canzone
napoletana, la cumbia colombiana. “Bei Mir Bistu Shein”, “El Show del Perro
Salchicha”, “Santa Marta”, “Americanizada”. Cada una de estas artistas de lujo
protagoniza su canción, las seis dispuestas en semicírculo sobre el escenario,
mirando de frente y guiñando de costado. Mi atención puesta en la guitarra de Lucia
de Paco (Lucy Patané), quien hace con esas 6 cuerdas magia como nadie. Sensual
y femenino, pícaro y entretenido. Así es un show en vivo de este grupo que hace
del ritmo su himno y de la femineidad su bandera. Con la misma frescura con la
que llegaron, se retiran. No sin antes entregan un par de temas como bises y
unas sonrisas pícaras y frescas.
De a poco, los visitantes van poniendo pies en
polvorosa. Claro, es domingo, la rutina está por golpear la puerta.
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